La escultura exenta hindú nace con las primeras manifestaciones artísticas de esta civilización. Los primeros objetos escultóricos son estatuillas de terracota y grandes esculturas de forma antropomórficas y hieráticas. En la escuela de Muttra, en Gandhara, se ejecutaron durante el periodo gupta las mejores estatuas de Buda. Posteriormente, el arte dravidiano ofreció la imagen de la diosa Shiva.
Los bajorrelieves, que cubren materialmente los templos alcanzando cotas de alta fantasía, están presentes ya en la primera estupa (Bharhut) y relatan la vida de Buda. Pese a la presencia de numerosos elementos personales, la característica esencial del sentimiento religioso hindú es que no se puede representar el absoluto divino, que lo incluye todo, bajo forma humana; sin embargo, para dar a la divinidad una apariencia se intenta su simbolización: de hay los múltiples brazos que tana menudo pueden verse en las representaciones de los dioses.
En algunas grutas se han hallado pinturas al fresco realizadas en las primeras fases del arte hindú. La técnica de la pintura mural alcanzo su apogeo durante el periodo gupta (cuevas de Ajanta), y los frescos brahmánicos muestran ya fenómenos de decadencia. Durante las dinastías mongoles se popularizo el arte de la ilustración, que se había extendido en el mundo islámico por medio de los artistas persas.
Esta escuela ejerció notable influencia en el tradicional arte mural indio, y comenzaron a realizarse pequeños cuadros. Son muy numerosas las miniaturas ilustradas en las leyendas épicas hindúes, como el Ramayana y el Mahabharata, así como en las numerosas leyendas sobre Krishna. Otro tema favorito era plasmar por medio de formas y colores apagados los varios tipos de música india, cambiando los tonos de los colores según el espíritu de la melodía. Las pinturas basadas en escenas amorosas se llaman ragamala. Este arte que abarco desde el siglo XVII hasta el siglo XIX es conocido como la escuela Rajput.
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